A veces serìa acertado meditar en las palabras que se dicen sin màs, que yacen como crueles dagas certeras que apuñalan el alma o como aquel punto final en una frase innecesaria que decimos al pasar y cuando en contadas situaciones, nos damos cuenta de ello, resulta fùtil pasar un corrector ortogràfico a nuestros dichos dado que como huellas indelebres las mismas quedan plasmadas en el corazòn y el alma de quienes las reciben.
Claudiogia
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