Que difícil se torna, muchas veces, tener la razón en los hechos, cuando advertimos al otro, aquel al cual, apreciamos, queremos o amamos que determinada acción errónea que tozudamente emprende, le ocasionará un desenlace negativo en su vida.
Avizoramos una consecuencia potencial e intentamos por todos los medios evitarla y sin embargo seguimos sin escuchar con el alma, tan solo oímos los repiqueteos de aquello que nos convence a nosotros mismos.
No existe satisfacción, no existe victoria, solo el sabor amargo de haber tenido la razón.
Claudiogia
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